General Conference Daily Bulletin, 1893
El mensaje del tercer ángel (nº 16)

A.T. Jones

 

 


Recibí hace algún tiempo una carta que el hermano Starr escribió desde Australia. Leeré dos o tres frases que son oportunas para el punto en el que estamos en nuestro estudio:

La hermana White afirma que desde el encuentro de Minneapolis hemos estado en el tiempo de la lluvia tardía

Eso es precisamente lo que hemos visto en nuestro propio estudio de esas lecciones, ¿no os parece? Hermanos, ¿cuánto tiempo más va esperar el Señor antes que la recibamos? Ha estado procurando durante estos cuatro años que recibamos la lluvia tardía, ¿cuánto tiempo más esperará? El tema se fusiona con el del hermano Prescott, cuya predicación viene a ser el principio de la mía. Él ha hecho aquí un llamamiento para que cada uno haga lo que todos debieran haber hecho hace cuatro años.

Y la cuestión es que va a hacerse alguna cosa. Los que busquen al Señor de esa manera, los que reciban su mensaje de esa manera, obtendrán lo que él quiere dar. Los que no procedan así serán dejados a ellos mismos, y una vez que eso suceda, habrá sucedido para siempre. Esa es la situación temible en este encuentro; eso es lo que confiere a nuestra convocación su carácter solemne. El peligro consiste en que haya aquí alguno que haya resistido eso por cuatro años, o quizá no por tanto tiempo, y que dejará ahora de venir al Señor de la forma en que podría recibirlo, fracasando así en tomarlo de la forma en que el Señor lo da, y siendo pasado de largo. El Señor tomará una decisión; de hecho, en esta asamblea vamos a tomarla nosotros. ¿De qué lado os encontraréis?

Hay aquí otra palabra que enseña el mismo punto al que dedicamos la reunión de anoche, a propósito de recibir la palabra de Dios tal como es, tal como él la dice, sin que la cuestionemos. El hermano Starr relata que un día estuvo hablando con la hermana White a propósito de los ángeles en Sinaí, al darse la ley, y escribe lo siguiente:

[E. White] vio que los ángeles, diez mil veces diez mil, y miles de miles, rodeaban al pueblo de Dios reunido en asamblea alrededor del monte y estaban sobre ellos, configurando así un tabernáculo viviente del que quedaba excluido cualquier ángel malo a fin de que ni una sola palabra pronunciada por Jesús resultara alterada en ningún respecto, y para que ningún alma fuera afectada por ninguna sugestión, duda o maldad

Eso mismo es lo que aquí deseamos. [Congregación: “Amén”]. Lo que queremos aquí y ahora es que cada uno de por sí eleve una oración al Señor para que nos cubra en este Instituto tal como hizo en Sinaí, a fin de que cuando se lean las palabras del Señor, ni una sola de ellas resulte alterada en la mente de nadie, en relación a lo que Dios pronuncia, y para que ninguna sugestión, duda o maldad afecten a una sola alma; al contrario, que cada uno de nosotros reciba precisamente aquello que el Señor dice, de la forma en que lo dice y con el significado que tiene.

Leo más del hermano Starr:

En un testimonio tardío dado a una persona aquí, a la hermana se le prohibió entregárselo en forma escrita, debiendo leerlo personalmente debido a que los ángeles impíos están puestos a la obra de sustituir por otras las palabras escritas. Se pronuncian otras palabras en sus oídos, de forma que entienden un significado exactamente opuesto al que Dios ha previsto

Si tal persona necesita eso, ¿será acaso la única en el mundo que lo necesite? Si Satanás está obrando de esa manera, ¿va a confinar su proceder a Australia? ¿No debiéramos vosotros y yo tener ungidos los oídos tanto como los ojos, a fin de que podamos oír? ¿No son para nosotros estas palabras de Cristo?:

Mirad, pues, como oís (Luc 8:18)

Prestad atención a este otro caso sucedido allí: un hermano había resultado seducido, y se había implicado en sociedades secretas, militando en ellas hasta el punto de estar próximo a los peldaños más elevados.

Llegó un testimonio para él. Dios presentó el caso a la hermana White, representando al hombre como estando en el mismo borde de un precipicio al que resultaba incluso peligroso acercarse para llamarlo. La hermana White preguntó al Señor qué podía hacer por él, y mientras oraba, el ángel dijo:

Dile la contraseña de la sociedad celestial: “Jesucristo, y este crucificado

¿Habéis oído cuál es la contraseña de la sociedad celestial? [Congregación: “Jesucristo, y este crucificado”]. Eso resume todo cuanto vosotros y yo hemos de saber. Es el mensaje al mundo: “Jesucristo, y este crucificado”. Es nuestro santo y seña.

Vayamos ahora al cuarto capítulo de Romanos. Queremos leer sobre la justicia de Dios, y leyendo sobre esa justicia de Dios, queremos recibirla tal como el Señor la proclama. Pero no olvidéis que necesitamos la protección de los ángeles alrededor nuestro y sobre nosotros, a fin de que ninguna palabra resulte pervertida en nuestro entendimiento. Queremos recibirlo precisamente tal como él lo dio.

¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios, pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia

¿Qué fue lo que se le contó a Abraham por justicia? [Congregación: “Creyó a Dios”]. Cuando Dios dijo algo, Abraham lo creyó. Dijo “Así es”. ¿Qué es lo que el Señor le dijo? Volvamos a leerlo, porque es de gran importancia para nosotros. Gén 15:4-6:

Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: -No te heredará este, sino que un hijo tuyo será el que te herede. Entonces lo llevó fuera y le dijo: -Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es que las puedes contar. Y añadió: -Así será tu descendencia. Abraham creyó a Jehová y le fue contado por justicia

¿Creéis que Abraham fue hecho justo de esa precisa manera? [Congregación: “Sí”]. Con toda sinceridad, ¿lo creéis así? [Congregación: “Sí”]. ¿Lo habéis entendido bien? El Señor llamó a Abraham y le dijo “-Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es que las puedes contar... Así será tu descendencia”. Abraham dijo: “Amén”. Esa es la palabra hebrea que pronunció Abraham, “Amén”. Y el Señor le dijo: ‘Eres justo’.

¿Podéis apreciar la sencillez de esa transacción? Es como si el Señor nos llamara fuera de este tabernáculo y nos dijera, -‘Mirad las estrellas. Contadlas si sois capaces... Pues de tal y tal forma sucederá’. Y nosotros dijéramos: ‘Amén’, y él añadiera: -‘Sois justos’. Suponed que el Señor nos llamara a vosotros y a mí afuera esta noche... Pero no es necesario, él puede hacerlo sin llamarnos afuera. Lo hizo con Abraham a fin de mostrarle las estrellas, pero él nos puede mostrar nuestros pecados sin necesidad de que salgamos de aquí. ¿Os ha mostrado innumerables pecados? [Congregación: “Sí”]. ¿Más de los que podéis contar? Bien, pues el Señor nos dice: -‘Venid luego... estemos a cuenta... como la nieve serán emblanquecidos’. ¿Qué decís a eso? [Congregación: “Amén”]. ¿Qué dice entonces el Señor? [Congregación: “Eres justo”]. ¿Se obtiene la justicia de una forma tan fácil como esa? ¿Es así de simple? [Congregación: “Sí”]. Amén. Gracias sean dadas al Señor. Volvamos ahora a Romanos cuatro, y veamos el lugar preciso en donde lo dice. Rom 4:23-24:

Pero no sólo con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes igualmente ha de ser contada [imputada], es decir, a los que creemos en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro

Algunos hermanos referían esta mañana en la reunión social {se llamaban así las reuniones de oración}, que anoche sintieron un gran deseo de alabar al Señor en voz alta, pero inmediatamente se inhibieron, pensando que no debían hacerlo.

No apaguéis al Espíritu (1 Tes 5:19)

Si deseáis alabar al Señor por algo, el Señor os dice que lo hagáis. Bien podríamos los Adventistas del Séptimo Día comenzar aquí a alabar al Señor, o a decir, “Alabado sea el Señor”. Bien podría ser en este tiempo y en esta reunión.

Abraham creyó lo que el Señor le dijo. Si vosotros y yo creemos lo que el Señor nos dice, se producirá el mismo resultado. No es alguna cosa en particular, de entre las que el Señor nos dice, la que hemos de creer a fin de ser constituidos justos; sea lo que sea que él te diga, créelo, y entonces te dice: ‘Eres justo’.

Cuando el Señor dice algo, ¿es digno de crédito?, ¿tiene razón? [Congregación: “Sí”]. Así pues, cuando afirmo que es así, ¿tengo razón? [Congregación: “Sí”]. ¿Qué podría impedir en este mundo que uno fuera hecho justo? Repito: cuando el Señor dice algo, es justo al decirlo. Así pues, cuando yo respondo diciendo “Amén”, cuando digo “así sea” o “es así”, ¿acaso no es de justicia que lo diga?, ¿acaso no es justo decirlo?, ¿no cuento en ello con su propia justicia? Si el Señor dice una cosa y yo digo la misma cosa, ¿puedo estar equivocado? [Congregación: “No”]. Cuando os atenéis a lo mismo que el Señor dice, ¿acaso os reprenderá por estar equivocados? Bien, pues cuando estamos en esa situación en la que el Señor mismo nos aprueba, ¿qué puede haber en el mundo que impida que seamos justos? Creer a Dios nos coloca en esa precisa situación, tal como hizo con Abraham. ¿Qué, pues, puede impedirnos llegar al cielo?, ¿qué obstáculo puede negarnos la entrada al reino de Dios?

Lo único que nos puede impedir la entrada al reino de Dios es que digamos que el Señor miente; y si no decimos eso, tendremos amplia entrada en su reino. Eso es lo que las personas necesitan hacer: dejar de decir que el Señor miente.

El que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso (1 Juan 5:10)

Pero todo el que pretende que Dios es mentiroso, lo hace mintiendo él mismo, y los mentirosos no pueden entrar en el reino de los cielos. Todos los que aman y practican la mentira “estarán fuera” en el grupo que describe Apocalipsis 21:8, 27 y 22:15. Por lo tanto, es de importancia capital abandonar la mentira. Abandonémosla inmediatamente. Dejemos de mentir. Sea lo que sea que el Señor diga, afirmad: “Es así”.

¿No comprendéis que eso es la suma de todo lo que importa? Es lo mismo que el hermano Haskel ha estado tratando de inculcar aquí en sus lecciones: que hay salvación en cada renglón de las Escrituras. Es Dios quien habla, ¿no es así? Cuando Dios lo dice y nosotros lo decimos, somos justos: así de sencillo. Dios habló a Abraham; Abraham dijo: “Amén; es así; lo creo”. Hay salvación en cada línea de la Escritura, en toda palabra de Dios.

El capítulo cuarto de Romanos dice más en cuanto a la mente que tuvo Abraham. Rom 4:20-22:

Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Por eso, también su fe le fue contada por justicia

Tal como leímos anoche -aunque sin citar la referencia de Romanos 3- es a Cristo Jesús

a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con miras a manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús

El asunto es que Dios es justo al proceder así; hay plena suficiencia; ha satisfecho cada demanda. Es perfectamente capaz, por lo tanto, de justificar al creyente en Jesús. Es perfectamente capaz de hacer justo al que cree en Jesús. Él ha prometido hacerlo con cada uno de los que creen en Jesús. Pues bien, ¿crees que es capaz de cumplir lo que ha prometido? ¿Es cierto que lo ha prometido? [Congregación: “Sí”]. ¿Creéis que es capaz de cumplir lo que prometió? [Congregación: “Sí”]. Amén. Entonces os es contado por justicia. [Congregación: “Gracias al Señor”]. Gloria a Dios. Alabado sea el Señor. Es así de sencillo. [Congregación: “Alabado sea el Señor”].

Es llamativa la sencillez del proceso. El problema es que permitimos la introducción de muchas estratagemas de Satanás que lo mistifican. Ahí radica el problema. El Señor no desea que suceda eso; él quiere que permanezca en la sencillez en la que él lo ha proclamado, y lo ha establecido con tal sencillez que hasta un niño puede comprenderlo y recibirlo. Y quien no lo recibe como un niño, no puede recibirlo. Repito: sea lo que sea que el Señor diga -y lo diga cuando lo diga- respondamos “Amén” como hizo Abraham; digamos: “Señor, lo creo; es así”. Entonces él os declara justos, y sois justos.

Sigamos ahora leyendo en Romanos 4:3-5:

Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Pero al que trabaja no se le cuenta el salario como un regalo, sino como deuda; pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia

Cree en aquel que justifica... ¿a quién? [Congregación: “Al impío”]. ¿A quién, pues, justifica el Señor en este mundo? [Congregación: “Al impío”]. Me alegra que sea así, pues eso me asegura eternamente la salvación. Si fuera de otra manera, no habría esperanza para mí. Si Dios justificara sólo a los que fuesen santos a medias, yo quedaría excluido. Si es que justificara a quienes tienen una cosa buena, eso también me dejaría fuera. Lo mismo me sucedería si el Señor justificara a los que tienen alguna pequeña bondad en ellos mismos. Pero gracias a Dios, él es tan bueno, me quiere tanto, tiene un poder tan formidable, tan grande es el divino poder de su justicia, que cuando él pronuncia esa palabra sobre un pecador tan corrupto como yo, me hace enteramente justo a los ojos de Dios. [Congregación: “Amén”]. Ese es el valor de la palabra “justicia”, cuando Dios la pronuncia.

Y debido a su inmensa bondad; debido a la magnitud del poder divino que hay en su justicia, y debido a que él justifica al impío, tengo la perfecta seguridad de su salvación eterna. ¿Qué podría haber en el mundo, capaz de privarme de esa alegría? Pero no me basta con estar gozoso por mí. Quiero que lo estéis vosotros. Puedo participar en vuestra alegría. [Una voz: “Mi alegría es grande”]. Amén.

“Al que no trabaja”. Si se requiriesen obras, nunca podría hacer las suficientes. Si se requiriera alguna cosa, eso me dejaría al margen. Pero tal como leímos una de las noches pasadas:

De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados (Isa 52:3)

“Sin dinero”, pero no sin precio; ahora bien, él pagó el precio. Es una bendición el que él tuviera la riqueza para pagar ese precio, y es otra bendición el que tuviera también la bondad para dar todas sus riquezas en pago de ese precio, a fin de poder tenerme. Cristo puede tenerme.

He oído a hermanos decir: ‘Gracias a Dios, tengo confianza en él’. Pero yo doy gracias al Señor porque él confió en mí. Es muy poca cosa que el ser humano, por quien tanto hace el Señor, tenga confianza en él; pero es auténticamente prodigioso el que él fíe por mí en la confianza de ver el fruto de la aflicción de su alma y resultar saciado. La confianza que él ha puesto en mí es algo que sobrepasa mi comprensión. Es demasiado sublime para que lo alcance. Y estoy muy agradecido al Señor por haber depositado tanta confianza, por haber corrido ese riesgo por amor a mí. Es tal mi agradecimiento, que no puedo hacer nada más, excepto estarle agradecido. Hermanos, el Señor es maravilloso. [Congregación: “Amén”]. Confiémonos, pues, a él.

“Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre...” ¿Hace falta que lo diga?

Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras (vers. 6)

Hermanos, ¿conocéis la bienaventuranza de ese hombre?, ¿o quizá haya en esta sala algunos que conocen sólo su angustia? No hay bienaventuranza de esa clase; la Biblia no describe una bienaventuranza así. La angustia es sólo angustia, como bien sabéis. Pero la Escritura describe la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: “Bienaventurado el hombre”, o en el lenguaje en que David lo escribió: ‘Oh, cuán dichoso es aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos’.

Ese hombre es en verdad bienaventurado. ¡Cuán dichoso es el hombre a quien el Señor no imputa pecado! El Señor no le imputa pecado, debido a que recibió el don de Jesucristo, junto a todo lo que Dios ha dado con él, y al mirar a ese hombre, Dios ve a su Hijo Jesucristo. A ese hombre no le imputa pecado en absoluto. ¡Grande es la dicha de aquel a quien el Señor no imputa pecado!

¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia

Podéis ver que por tres veces en un pasaje de nueve versículos, el Señor repite que la fe es contada por justicia: “Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia”, “al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” y “decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia”. Hermanos, hagamos como hizo Abraham; digamos “Amén”. [Congregación: “Amén”]. Estemos seguros de que Dios es capaz de cumplir lo que ha prometido. Y entonces demos gracias a Dios por imputarnos la justicia y por libertarnos.

¿Cómo, pues, le fue contada?

¿No tuvo que someterse él y toda su casa a la circuncisión, antes de ser hecho justo? [Congregación: “No”].

¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión

La fe de Abraham le fue contada por justicia siendo gentil, ¿es así? [Congregación: “Sí”]. ¿Siendo pagano? [Congregación: “Sí”]. ¿Siendo incircunciso? [Congregación: “Sí”]. Oídme bien, por si me equivoco: ‘Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia que tuvo’ [Congregación: “No: ‘como sello de la justicia de la fe que tuvo’”]. Efectivamente,

recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo

La circuncisión fue la señal, no de la justicia que tuvo, sino de la justicia de la fe que ejerció; porque la justicia le vino por la fe que tuvo.

Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado, para que fuera padre de todos los creyentes no circuncidados

¿Se refiere a vosotros? Es el padre de todos los creyentes en Dios. ¿Es así? [Congregación: “Así es”]. Esa justicia les puede ser también imputada a todos ellos. Abraham es el padre de todos los que creen, ¿con qué finalidad?

A fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia

Es, pues, para nosotros.

Abraham es “padre de todos los creyentes”. Nada tiene, pues, de extraño que le resultara imposible contarlos; sólo la mente divina puede contar la descendencia de Abraham. Sus descendientes [los que creen] son en verdad tan innumerables como las estrellas; ahora bien, el Señor

cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres (Sal 147:4)

Él nos tiene perfectamente enumerados, nos conoce por nombre, y lo que es una bendición aún mayor: nos va a dar un nuevo nombre. Os digo, hermanos, que el Señor nos ama.

La promesa de que sería heredero del mundo, fue dada a Abraham o a su descendencia no por la Ley sino por la justicia de la fe

¿Es así? [Congregación: “Sí”].

Porque si los que son de la Ley son los herederos, vana resulta la fe y anulada la promesa. La Ley produce ira

¿La produce? [Congregación: “Sí”]. ¿La produce ahora? [Congregación: “Sí”]. Así pues, ¿cuánta justicia podrá obtener el hombre a partir de la ley? [Congregación: “Ninguna”]. La obtención de la justicia no es el objetivo de la ley. “La Ley produce ira”.

Donde no hay Ley, tampoco hay transgresión. Por eso, la promesa es [por la] fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme para toda su descendencia

El Señor desea que su promesa a nosotros sea firme, y a fin de que lo sea en verdad, ¿qué hizo para asegurarla? La dio

por la fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme

Pensad detenidamente en ello. Lo repetiré despacio: Es por la fe, para que sea por gracia. ¿Qué significa “para qué”? Significa con el objetivo de que..., a fin de que... “para que sea por gracia”. Es por la fe, con el objeto de que pueda ser por la gracia, y todo ello a fin de que la promesa nos sea asegurada. Por lo tanto, aquel que recibe alguna cosa de Dios por la fe, ¿no os parece que puede tener la firme seguridad de haberla recibido? [Congregación: “Sí”]. Y aquel que pretenda obtener de Dios cualquier cosa, de otra forma que no sea por la fe, jamás podrá tener la seguridad de haberla alcanzado: en realidad no la posee en absoluto. ¿Lo comprendéis? [Congregación: “Sí”]. Seamos, pues, consecuentes.

Por eso, la promesa es [por la] fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme para toda su descendencia

¡Toda! [Congregación: “Amén”].

Para toda su descendencia, no solamente para la que es por la Ley, sino también para la que es de la fe de Abraham. Él es padre de todos nosotros, como está escrito: ‘Te he puesto por padre de muchas naciones’. Y lo es delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran

¿En qué consiste eso? “Da vida a los muertos”, llamando lo que no es como si fuera. Cuando el Señor llama lo que no es como si fuera, ¿realmente es? [Congregación: “Sí”]. ¿Acaso no hizo eso mismo cuando creó los mundos? No había ningún mundo; el Señor los llamó a la existencia. ¿Qué sucedió? [Congregación: “Existieron”]. No había luz. Llamó a la luz, “y fue la luz”.

En mí no hay justicia; todo es injusticia, todo es suciedad; Dios ha establecido a ese mismo Uno que pronunció la palabra, haciendo que existieran los mundos, a Aquel que declaró “sea la luz”, y fue la luz. Dios ha establecido a ese Uno para que declare la justicia en lugar de este cuerpo de pecado. [Congregación: “Alabado sea el Señor”]. En este lugar, en este cuerpo, en este carácter de pecado, él llama lo que no es [justicia] como si fuera, y gracias al Señor, viene a ser. [Congregación: “Amén”]. Dios ha establecido a Aquel que llama las cosas que no son como si lo fueran, y mediante su eterno poder, cuando declara la santidad, allí donde no había más que suciedad, aparece efectivamente la santidad. [Congregación: “Amén”]. ¡Cuán agradecido estoy porque él llame las cosas que no son como si fueran! El pecador no es justo; el impío es realmente impío; pero Dios llama lo que no es [justicia] como si fuera, y hace que exista [Congregación: “Amén”].

Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: ‘Así será tu descendencia’. Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Por eso, también su fe le fue contada por justicia. Pero no sólo con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes igualmente ha de ser contada, es decir, a los que creemos en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación

Resucitó para que pudiéramos ser justificados; para nuestra justificación. Le permitiré que efectúe aquello para lo que resucitó de los muertos. Él sabe cómo hacerlo y tiene el poder para hacerlo. Le permitiré, por lo tanto, que lo lleve a cabo en mí.

Ahora leemos en el capítulo cinco de Romanos:

Justificados, pues, por la fe

¿Qué decís a eso? [Congregación: “Amén”]. ‘Siendo hechos justos, pues, por la fe’,

tenemos paz para con Dios

Experimento su paz. ¿Vosotros no? Tenemos paz para con Dios. Él lo declara así, por lo tanto, así es. Incluso aunque {su paz} no existiera antes, ahora existe, siendo que él llama las cosas que no son como si fueran. No podemos explicarlo, pero podemos ciertamente saberlo. Sé que es así, y eso es todo cuanto importa.

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quién también tenemos entrada por la fe a esta gracia

¿Cómo obtuvimos esa gracia? Por la fe. La tenemos, gracias al Señor.

Esta gracia en la cual estamos firmes

¿Estamos realmente firmes en ella? [Congregación: “Sí”]. El Señor lo asegura, por lo tanto, ha de ser así, ¿no os parece? Él lo dice, y así es. Él declara que estamos firmes, y nos afirma con ello, gracias al Señor.

Esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios

¿Lo hacemos? El Señor afirma que nos gloriamos, y así es. Él es justo al declararlo, y si decimos “Amén”, somos justos.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones

Las tribulaciones llegarán sin duda, pero no significarán nada en contra nuestro.

Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Rom 8:18)

No solamente a nosotros, sino “en nosotros”. Participaremos de su gloria, brillaremos como el sol en el reino de nuestro Padre.

Tal es la justicia de Dios; y así la recibió Abraham. ¿Cuál es, por consiguiente, la bendición de Abraham? [Congregación: “La justicia por la fe”]. ¿Cómo la obtuvo? [Congregación: “Por la fe”]. Sólo el que tiene fe recibe la bendición de Abraham.

Ahora vayamos al texto apuntado por el hermano Prescott. Aunque él lo citó ya, encaja perfectamente en esta lección, y es porque en realidad no hay más que una sola gran lección. Gálatas 3:13-14:

Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu

¿Con qué finalidad vino Cristo a ser hecho maldición sobre el madero? Para que la bendición de Abraham pudiera venir a nosotros. ¿Para qué nos redimió de la maldición de la ley? Para que vosotros y yo pudiéramos recibir la bendición de Abraham. ¿Cuál es esa bendición de Abraham? [Congregación: “La justicia por la fe”]. Cristo murió para que vosotros y yo pudiéramos ser hechos justos por la fe. Hermanos, ¿no os parece terrible que una persona desposea a Cristo de aquello por lo que él murió, pretendiendo obtener justicia de alguna otra forma?, ¿no os parece espantoso robarle así? Creamos en Jesucristo.

Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu

Por lo tanto, estamos redimidos de la maldición de la ley; Cristo ha sido hecho maldición por nosotros a fin de que podamos recibir la bendición de Abraham. ¿Con qué finalidad?

A fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu

Por lo tanto, cuando nosotros, como pueblo, como cuerpo, como iglesia, hayamos recibido la bendición de Abraham, ¿qué viene entonces? [Congregación: “La lluvia tardía”]. El derramamiento del Espíritu. Sucede así con el individuo. Cuando una persona cree en Jesucristo y obtiene la justicia que viene por la fe, recibe el Espíritu Santo, que es la circuncisión del corazón. Y cuando todo el pueblo, como iglesia, recibe la justicia por la fe, la bendición de Abraham, ¿qué puede impedir que la iglesia reciba el Espíritu de Dios? [Congregación: “Nada”]. Ahí es donde estamos. ¿Qué podría, pues, impedir el derramamiento del Espíritu Santo? ¿Cuál es el obstáculo? [Congregación: “La incredulidad”]. Nuestra falta de la justicia de Dios, que es por la fe. Eso es lo que lo impide, ya que se la recibe con el objeto de que podamos recibir a su vez la promesa del Espíritu mediante la fe. Asegurémonos, por lo tanto, de tener la bendición de Abraham; entonces pidamos, y recibiremos.            


 

 

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