Querido amigo y amiga:

¿Qué significa vivir cuando el "séptimo ángel" de Apocalipsis 11 hace sonar su trompeta? (vers. 15 a 19). ¿Cuál es el significado de vivir en el "Día de la Expiación"? El Día de la Expiación era para el Israel antiguo aquello que los judíos de nuestros días conocen como el "Yom Kippur": un día solemne, diferente de cualquier otro del año (Lev. 23:27-32). Era una lección en el parvulario, una sombra o representación del verdadero y real Día cósmico de la Expiación en el que estamos viviendo hoy, un tiempo para ser plenamente reconciliados con Dios (expiación significa lo mismo que reconciliación). Es lo opuesto a separarse, alejarse de Dios. Es vivir en total, libre y gozosa armonía con él. No es afligirse con penitencias, caminar sobre ascuas encendidas ni castigarse por principio (el hinduismo es la evidente falsificación del verdadero concepto). No es ser un asceta, ni recluirse en el desierto o en la indolencia monacal (como preconizaba la distorsión famosa en la Edad Media). Tampoco tiene nada que ver con la idea del "karma" de acumular "buenas obras" con las que contrapesar todo lo malo que uno haya hecho. No se trata de vivir bajo la motivación del temor, sino bajo la del amor. Es ser uno con Cristo, vivir en unidad de propósito y acción con él. Nada que ver con el fanatismo. No es vivir levantando las manos, gritando "¡aleluya!". No es nada parecido a la tortura autoinfligida ni a desgastarse entre lamentos y ayes.

¿En qué consiste, entonces, vivir en el gran Día de la Expiación? Consiste en dejar atrás la infancia espiritual y crecer hasta el "hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe. 4:13), y hacerlo por la motivación del amor. Es una comprensión madura del propósito de Jesús (3:14-21). Es identificarse con él hasta el punto de estar "con él", ver el mundo tal como él lo ve y estar profundamente agradecidos en esa identidad. Cierto, desde el principio siempre ha habido unos pocos en cada generación que han crecido más allá de los conceptos del parvulario, adorando a Dios en identificación y comunión con él, como Elías, quien anduvo con Dios, y Moisés, cuyo corazón estuvo en tal sintonía con él, que llegó a estar dispuesto a que su nombre fuese borrado del libro de la vida, antes que ver el pueblo de Dios borrado de la tierra (Heb. 11:5; Éx. 32:31, 32). Pero ahora, en este Día real de la Expiación, Dios tiene una comunidad de fe, un pueblo formado por creyentes tan unidos a él, y entre ellos mismos, que constituyen la verdadera "Esposa" de Cristo, la que está preparada para las "bodas del Cordero", según Apocalipsis 19:7. Si estás interesado en saber cuál puede ser esa comunidad de fe, comienza por descartar todas las que ignoran o desprecian la realidad del santuario celestial (del que era símbolo el terrenal), pues ese santuario celestial en el que Cristo es Sumo Sacerdote es precisamente el centro de su obra salvífica en favor de la humanidad. Hoy difícilmente podemos pensar que ese "pueblo" coincida aún con la lista de miembros de ninguna denominación o grupo. En todo caso cabe esperar los mayores reajustes en ese sentido, pero estés donde estés, Cristo te llama a formar parte de su pueblo, y si lo aceptas, cada día y cada momento viene a ser una experiencia inolvidable de victoria "con él".

R.J.W.-L.B.