Querido amigo y amiga:

En el conocido Salmo 23, David se alegra por poder morar por largos días en la casa de Jehová (vers. 6). Poéticamente es una expresión de notable belleza, pero ¿has temido alguna vez que eso de morar en la casa de Jehová un día tras otro, en realidad por la eternidad, pueda llegar a resultar aburrido? Allí no habrá ningún bar. Ninguna bebida alcohólica. No habrá salones de juego. No habrá nada parecido a una competición, en la que tratas de dejar atrás a alguna otra persona, o bien te deleitas contemplando como alguien humilla a otro. No habrá películas, ni otras formas de mentira. Nadie allí se aprovechará de ningún otro. Ningún egoísmo del tipo que sea. Esto es lo que habrá: amor genuino a raudales y una profunda gratitud por el don de la eterna salvación.

El anonimato de este medio de comunicación permite que te haga esta pregunta: ¿Cómo te vas a sentir allí? ¿Te encontrarás como en casa?

La Biblia presenta el reino de Dios como un lugar de completa libertad, un lugar en el que absolutamente nadie estará a la fuerza, en contra de su voluntad. Todos sus moradores estarán completamente felices de esa ciudadanía. Por otra parte, ninguno de los que se sentiría feliz allí, quedará fuera. De hecho, hay una constante invitación: "El que tenga sed y quiera, venga y tome del agua de la vida de balde" (Apoc. 22:17). Si alguien tuviera alguna duda en cuanto a si fue injustamente privado del cielo, desaparecerá cuando Dios abra los libros que contienen los secretos de la vida de cada uno, hasta incluso las intenciones, los desentendimientos... (20:12). Será un momento de conciencia plena. Cada uno comprenderá que en el cielo nadie se comportaría mejor con Cristo ni con sus compañeros de eternidad de lo que se comportó con la persona a la que peor trató en esta tierra, donde le fueron dadas todas las oportunidades para negar el yo y recibir el amor de Cristo, desarrollando un carácter a su semejanza.

David, el redactor del Salmo 23, estará allí gozándose de que su terrible pecado de adulterio y asesinato fuese perdonado y borrado, tras ser confesado y abandonado. Estará profundamente agradecido a Dios por no haberle retirado su Espíritu, por haberle devuelto el gozo de la salvación (51:11 y 12). "Tú perdonaste la maldad de mi pecado", escribió (32:5). Ponte en el lugar de David y observarás que él nunca creyó que mereciese "vivir para siempre en la casa del Señor". No te será difícil comprender el profundo y eterno agradecimiento porque el Salvador llevase su oscuro crimen "en su cuerpo, sobre el madero", y restaurase su alma. David se encontrará con su víctima, Urías Heteo, en el día de la resurrección. Tendrá la ocasión de abrazarlo allí y abrirle su corazón. ¿Aburrido?

Pero su encuentro más intenso será con el propio Salvador, quien murió su segunda muerte. La eternidad no será para David lo suficientemente larga como para expresar todo el agradecimiento y amor que llenarán su corazón día tras día en la casa del Señor. ¿Qué te parece, encontrarte personalmente con Aquel que ha muerto por salvarte, con Aquel que te ha sostenido y guiado en las tormentas de la vida, con Aquel que tiene contados hasta los cabellos de tu cabeza? ¿Comienzas ya a sentir ese agradecimiento hacia tu Salvador? Si es así, ¡buenas nuevas! En el cielo te sentirás como en casa.

R.J.W.-L.B.